16 de marzo de 2014

¿Es apropiado que los smartphones fagociten a todos los artículos electrónicos?

Recientemente me tocó reemplazar el radio reloj despertador de mi casa. Fácil, ¿no? A la hora de almuerzo fui a la multitienda más cercana... y no tenían. En la segunda me dijeron directamente que fuera a Casa Royal. En la tercera tuve suerte de que el vendedor entendiera lo que quería.

No me quedó más remedio que ir a Casa Royal; ahí tenían varias unidades de exactamente un modelo de radio reloj, que afortunadamente tenía todas las características que necesitaba. Compré uno y volví satisfecho a mi puesto de trabajo, aunque quedé preocupado: mal que mal, Casa Royal es la tienda a la que uno va para comprar artículos electrónicos especializados, y el que sólo ahí se sigan vendiendo radio relojes despertadores es una mala señal para la supervivencia de este importante aparato.

¿Qué produjo esta situación? Simple: la invasión de los smartphones.

Gracias a ser, en realidad, un tipo de computadores de mano, los smartphones han ido absorbiendo un montón de distintas funcionalidades: además de ser teléfonos que incorporan agenda y libreta de contacto y funcionan como medios de almacenamiento, también toman fotografías, filman, son plataformas de juegos, hacen las veces de mapas interactivos (con GPS y todo) y siguen agregando, con el paso de los años, muchas funcionalidades más.

El problema es que la cada vez mayor presencia de los smartphones ha dañado a los demás artículos electrónicos: los computadores de mano ya son sólo un recuerdo; los pendrives están en peligro; las cámaras fotográficas más básicas ya no se fabrican (sí las point&shoot un poco más sofisticadas... por ahora); y ni hablar de las famosas o infames "fart machines". En algunos casos, este fenómeno es justificado... en otros no.

Los smartphones no son realmente buenos en todas estas funcionalidades extendidas: hacen lo básico, aunque sin la misma eficiencia o capacidad que los aparatos dedicados que imitan: se han convertido en el equivalente electrónico de una navaja suiza, con la diferencia de que para esta última, el dueño está consciente de que es una herramienta básica, a usarse a falta de la normal; nadie en su sano juicio, por ejemplo, cortaría una tabla de madera con su navaja suiza teniendo a mano una sierra de verdad...

... y sin embargo, los usuarios de smartphones generalmente olvidan o ignoran abiertamente esta deficiencia. Un ejemplo clarísimo está en las fotografías digitales obtenidas con estos aparatos: son innegablemente inferiores a las que una cámara point&shoot de similar nivel puede obtener (y esto sin contar que ese «similar nivel» implica una cámara unos tres o cuatro años más antigua que el smartphone de turno), y sin embargo hay mucha gente que cree que son un reemplazo perfecto.

El humilde radio reloj despertador, otra inesperada víctima del smartphone, está sometida al mismo vejamen. Esta máquina especializada, que combina reloj, alarma(s) programable(s) y radio AM/FM está siendo reemplazada por una máquina genérica (el smartphone), que tiene o puede tener las mismas funcionalidades programadas... pero que por sus características fundamentales es necesariamente menos eficiente de operar: todo se debe hacer pasando el dedo por una pantalla plana, mientras que el radio reloj tiene palancas y botones, que pueden ser utilizados de mejor manera sin mirarlos... y estando el usuario aún medio dormido, pensando sólo en cinco minutos más... ¿es capaz el smartphone de tener un botón grande y grueso y de operación inequívoca para replicar la tan querida función snooze? Una pantalla plana simplemente no puede competir contra eso.

Y sin embargo... los radio relojes despertadores están condenados a desaparecer. Es una lástima. ¿Qué otro aparato electrónico seguirá sus pasos?


A todo esto, cuesta creer que hace apenas diez años (2004) no estuviese claro qué ocurriría con la convergencia entre los «computadores de mano» propiamente tales y los «teléfonos inteligentes» ¿Absorberían los primeros a los segundos, u ocurriría lo contrario? (para el que no se haya dado cuenta, fue esto último)

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